lunes, 26 de octubre de 2015

Las crónicas del nigromante I

Era un niño muy introvertido, quizá incluso un poco autista pensaba su padre, pues nunca conversaba con nadie y jamás prestaba interés en nada, tan sólo se sentaba en la ventana y observaba la vida pasar. A su padre esto no le molestaba en lo más mínimo, después de todo él no era muy diferente a su edad. A sus 4 años era igual de tímido que su hijo, hasta que a los 10, el padre de este decidió inculcarle los estudios que ahora conocía muy bien: El arte de convivir con los muertos, de convocar su auxilio e incluso, retornarles de su letargo aunque sea por un momento. Él, cómo lo fue su padre y el padre de este, y así cómo habían sido los hombres de su familia en cada generación desde hacía ya 800 años, era un nirgromante, y pronto lo sería también su hijo.

- Quizá podría acelerar el proceso con él - Pensó.

Después de todo, cuando su padre comenzó a mostrarle aquellas artes que para muchos son oscuras, sintió cómo una llamarada dentro de su pecho comenzaba a arder. Descubrió que todo el tiempo que estuvo mirando la vida pasar tan sólo intentaba comprenderla, y cuando su padre comenzó sus enseñanzas en él, le otorgó por fin la oportunidad de comenzar a hacerlo. Ahora, su hijo estaba esperando esa misma oportunidad, quizá había llegado ya el momento de enseñarle a ser un nigromante.

Y su padre sabía muy bien donde comenzar sus enseñanzas. Este trabajaba en la morgue del estado, su pasión por los muertos había encontrado el lugar justo donde desembocarse al mismo tiempo que era útil para la sociedad. Mientras, en la soledad que su empleo le proveía, en medio de todos los cadáveres, podía continuar sus estudios; desentrañar los misterios de la vida y la muerte, no para intentar evadirla y lograr alcanzar la vida eterna, o poder convocar a su ejercito maligno como todos creen que hacen; los nigromantes están muy consientes, seguramente más que cualquiera que eso es algo imposible; todo lo que tuvo vida debe morir en algún momento. Pero poder descubrir sus secretos, lograr comprender los grandes misterios que a todos los seres humanos atormentan, eso es lo que él quería lograr desvelar. Alquimistas de la muerte, sería un termino más apropiado.

Durante el primer día le mostró a su hijo los cuerpos que llegaban a la morgue, no quería asustar al niño de tan sólo 4 años. Sin embargo el infante tan sólo observaba sumiso; no parecía surgir de él ninguna emoción ni de interés ni de miedo; solo observaba y oía mientras su padre explicaba el por que este era el trabajo perfecto para un nigromante, de cómo llegaban los cadáveres a su mesa, cómo hacía para que no descubrieran su verdadera identidad, todo esto mezclado con anécdotas tanto suyas como de su abuelo.

Llegando a la casa comenzó a leerle el primer libro que su padre le leyó a él, mientras su hijo perplejo y sentado como de costumbre, absorto veía por la ventana. Su padre ni siquiera estaba seguro que lo estuviera escuchando, más continuó con las lecturas y las visitas a la morgue por los siguientes 4 meses.

Pasado el tiempo, le fue imposible no comenzar a preocuparse por el hecho que su hijo no mostrara ningún interés por las lecciones, por lo que decidió dar el siguiente paso. Colocó uno de sus cadáveres en la mesilla dónde por lo general realizaba las autopsias.

- Mira esto - Dijo.

 Era uno de los trucos más simples, a pesar de lo que se cree, el poder levantar a un muerto... al menos de esta manera. Sería tan sólo por unos instantes, es una ilusión de reanimación. Tomando un poco de su sangre, dibujó un signo escarlata en su frente y pronunciando el conjuro hizo que el cadáver se alzara de un golpe en la mesilla, sentado giró la cabeza y miro al niño; el pequeño le devolvió la mirada y por primera vez su padre pudo ver esa lucesita en los ojos de su hijo que solamente puede significar unas cosa... "Por fin, algo captó su atención".

Fueron tan sólo unos segundos; 15 a lo mucho, antes que el hechizo perdiera su efecto y el cuerpo cayera de bruces en el suelo, pero suficientes para que su hijo quedara fascinado.

- ¿Quieres intentarlo tú? -. preguntó el padre.

El niño asintió con la cabeza para expresar su afirmación. Colocaron de nuevo al cadáver en la mesilla, el padre realizó un pequeño pinchazo con una aguja en el dedo de su hijo; este ni siquiera se inmutó, y lo instruyó para que dibujara de nuevo el signo que el había dibujado previamente. Una vez terminado el niño pronunció las palabras del hechizo y el cadáver saltó nuevamente. Su papá estaba extasiado, su hijo había logrado reanimar a un muerto, y en su primer intento, algo que él no había podido lograr; aún más, a la corta edad de 8 años, parecía ser un prodigio sin dudas. Pero, había algo que aún estaba por sorprenderlo más, el niño acercándose al muerto recién levantado preguntó:

- ¿Cómo te llamas? - y este a su vez respondió: - A....llaaaaaan... -.

Su padre estaba por lo menos sorprendido, al igual que confundido y perplejo, un hechizo de ilusión de reanimación realizado por un aprendiz no podría otorgarle al cadáver la posibilidad de hablar, pero eso hubiera sido tan sólo una prueba más de lo prodigioso que era su hijo, la confusión verdadera provenía de algo mucho más difícil de explicar.

Era imposible lograr que un cadáver conservara su memoria una vez muerto sin importar el método, él no conocía la manera de lograr que un cadáver recordara su nombre y el hecho que su hijo hubiera obtenido esa respuesta no tenía explicación para él.

Antes de que pudiera terminar de asimilar todo esto, el cadáver cayó al suelo; el hechizo había terminado, y su hijo furioso se abalanzó sobre este y comenzó a golpearlo. El padre lo detuvo. 

- ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan enojado con el cadáver? - Preguntó.

- No me gustó como habló, no sonaba como cuando están vivos, padre - Fue todo lo que dijo.

Esa noche se saltaron la lectura del libro.

Las lecciones fueron pasando, el niño conseguía aprender cada vez más y más. Y al mismo tiempo que se mostraba más hambriento por saberes, al padre se le olvidaba el primer incidente que tuvieron. Un día incluso, lo encontró enseñándole trucos al perro familiar, aquel perro al que nunca le había prestado atención, ahora lo tenía cada tarde aleccionándolo: sentarse, pararse, ladrar, dar la pata (ambas) y hacerse el muerto eran tan sólo algunos de los trucos que el perro iba a aprendiendo a lo largo de los siguientes 7 años, y a los quince ya cumplidos, el niño era capaz de leer por si mismo los libros de la estantería de papá, y los devoró como si estuviese famélico de saber.

Un día, lo encontró jugando con el perro cómo ya se había convertido en costumbre, más sin embargo, se aproximaba la hora de la siguiente lectura así que decidió llamarlo. Para su sorpresa, el primero en responder fue el perro llegando corriendo hasta él, mirándolo tontamente como acostumbran a hacer los canes familiares.

- Ven para acá - Exclamó con alegría y comenzó a acariciarlo vigorosamente.

Más sintió algo tibio en la nuca del animal, y no sólo eso, era algo húmedo. Al verse la mano observó como sus dedos estaban cubiertos de sangre, provenientes de la de una herida del perro; herida mortal.

- ¿¡Mataste al perro!? - le preguntó indignado a su hijo. - Sí - respondió sin inmuto mientras llegaba a jugar nuevamente con el perro.

- ¿Por qué lo hiciste? -.

 - Quería saber si todos los trucos que le enseñé quedaban en su memoria también. Y no sólo eso, mira papá, se comporta como un perrito normal, tal como lo hacía cuando estaba vivo -.

Su padre estaba furioso, pero al mismo tiempo entendía que la curiosidad de un niño en muchas ocasiones no conoce de límites y quizá aún no se había dado cuenta de lo que había ocasionado, así que intentó aleccionarlo cariñosamente.

- Hijo, tienes que aprender que no puedes matar a los seres vivos, tu perrito puede que se muestre como un animalito vivo, pero el ahora está muerto, y con el paso de los días verás como se descompone como los cadáveres que tenemos en la morgue -.

- No -, replicó el niño - No te preocupes, ya verás que en un par de días la herida sanará y se verá justo como un perrito normal -.

El padre no podía comprender a su hijo.

- ¿Cómo dices eso? es imposible para un cadáver, aún uno reanimado curar sus heridas hijo -.

- No lo comprendes papá, aún  no entiendes tus libros, la necromancia no sólo puede revivir un cuerpo, puede reanimar célula por célula, son bastante simples en verdad; cómo un botón o un engrane, tienen una función muy básica y, al revivirlas y recobrarles su memoria, hacen justo lo mismo que hacían cuando vivían, dejando un perro que actúa como vivo, que incluso cura sus heridas, nadie notará nunca que es un perro muerto -.

Su papá comenzó a preocuparse un poco por su hijo, nunca había visto un cadáver que se moviera con esa soltura, mucho menos uno que aún tuviera consciencia; no desde el primer incidente que tuvo con su hijo, pero la frialdad con la que se lo explicaba le perturbaba.

- No puedes seguir haciendo esto - exclamó.

- ¿Por qué? nadie notará la diferencia -.

- Por que yo lo digo y soy tu padre -.

- Papá, ya te lo he dicho, ¿verdad? nadie notará la diferencia, son como seres vivos; actúan como tal, se curan como uno, e incluso recuerdan todo lo que sabían antes de morir, sólo que ahora este perro me pertenece, y hará lo que diga sin pensarlo dos veces -.

 - Y.... ¿Qué es lo que piensas hacer con él? -.

- Ya te lo dije, nadie notará la diferencia -

Y diciendo esto último, lanzó un ademan y el perro se abalanzó directo a la garganta del padre desgarrándola desde la raíz, provocando un rocío de sangre que cubrió toda la habitación.

...Un cuarto enrojecido, una peste a hierro que sólo la sangre fresca puede proveer, un perro lamiendo un charco de escarlata del piso, y un niño dibujando un símbolo sobre la frente de su padre mientras repite....

- Nadie notará la diferencia -.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Si me quieres.

Si me quieres... dilo, así sea un instante, así el sentimiento sea tan efímero cómo rápido el pronunciar las palabras que lo describen, "Te quiero". Qué en este mar de dudas, entre todas las olas y tormentas de tontas preguntas sin respuesta, tus simples palabras tranquilizan mi océano, y la paz que otorgan... así sea momentánea, valen toda una eternidad en tu naufragio. E incluso ahí, varado en la mitad de tu descuido, ahogado en mi sangre y bañado por tus lágrimas, continuaré lanzando mis cartas de amor dentro de botellas esperanzado en que la brisa las haga llegar desde mi recuerdo... hasta tu olvido.

martes, 20 de octubre de 2015

Amar I.

"No necesito a nadie; no soy necesario para nadie"... me lo repito mil veces, mil veces lo creo cierto, pero no dejo de extrañarte en ninguna de ellas. Y es que mi corazón está tallado a la forma de tu nombre y con cada latido se añade un nudo que me ata a tus recuerdos, los funde con mi alma que añora tenerte una vez más, y a mi cabeza, que no deja de ver tu figura (ahora inexistente) en mi cama llamándome.

Duele amar a quien ya no te ama, es agonizante tener la amistad de quien se ama, pero lo peor es darse cuenta que esa lenta agonía se convertiría en muerte instantánea si se dejase de ver a esa persona... que así sea por lástima sigue allí, que así no te vea con esos ojos que te vio ayer, al menos te sigue viendo.

jueves, 23 de abril de 2015

Demonio, yo... (Carta de la Bestia para la Bella).

Según veo, hay una eterna, marcada y profunda equivocación en los humanos.
Reside en la creencia que soy uno más, uno de ellos o incluso, una persona (cualquiera que sea su tipo). Hace mucho que abandoné todo aquello, que deserté de lo que fui para convertirme en esto que ven hoy, puede que mis rasgos sean humanos, puede que inclusive logren expresar empatía o algún sortilegio de sentimiento hacía algo o alguien, pero la verdad soy un cascaron vacío. La verdad es que mi interior carente de misericordia para alguien (incluso yo) es una nada aterradora que aún yo decido no mirar muy a menudo y que aquellos que han estado lo suficientemente cerca como para vislumbrar el comienzo de esta, se dan cuenta no sólo de lo mejor que pueda resulta alejarse, sino de lo poco que en realidad valgo. Un recipiente vacío se puede llenar de cualquier cosa y allí es donde la mayoría de las personas creen que reside el valor de dicho contenedor, pero lo cierto es que lo digno de valor será el contenido del recipiente y no éste en sí, jamás el recipiente en sí.

Una abominación, un monstruo no por el exterior, sino por el negro y vacío núcleo, que si vale de algo es para darse cuenta del valor verdadero que tenía aquello que poseías antes de tener a la aberración de ser que soy, la maldición que trajiste hacía a ti ingenuamente y que, aún inocente, crees capaz de soportar, crees capaz de cambiar. A ti y sólo a ti tengo algo que decirte, vete, no dejes que el destino que fue escrito solamente para mí se vuelva en tu destino también. Tú que aún puedes sortear las desdichas y los tormentos, hazlo. Déjame hundirme solo, como siempre lo he estado y no te enfrentes a aquel asqueroso sentimiento de lástima, que aunque noble, no merezco, así como no merezco ser tratado como una persona, ni ser amado ni ser odiado; quizá entonces mi lastimosa y putrefacta existencia se desvanezca... y en el aire, cuando vuelen todas las entrañas de mi inhabitada alma, por fin valga algo.

miércoles, 22 de abril de 2015

Un escrito que nunca se envió.

¿Cómo podría olvidar esa noche de brisa húmeda? en la que recién recibiéndome te sonrojaste al oír mi petición. ¿Cómo olvidar el nerviosismo que dubitativo me hacía cuestionarme si era o no este el momento adecuado? Al final no tuve tiempo de pensar, cuando me di cuenta las palabras ya habían salido de mi boca y sabía que sin importar cual fuera tu respuesta, no me arrepentiría de haberlas dicho pues no podía contenerlas más.

(Fragmento de una carta de amor).

Ella y el mar.

Mar, su sola palabra le producía tranquilidad. ¿O era acaso el simple hecho de escuchar su nombre le recordaba lo mucho que lo amaba? ¿No es algo extraño que siendo tan sólo  un cúmulo de agua salada, lograra despertar en ella tantos y tan profundos sentimientos?.
Iba hacía él, como solía ir cada vez que podía, cada vez que el tiempo se lo permitía... Cada vez que no podía más y necesitaba escapar de todos, incluso de mí; pero más aún para escapar de ella misma. ¿A quién se le ocurriría buscarla en medio de tanta inmensidad? Terminaría perdido antes de dar con ella. E imaginar que ella quería ser encontrada hubiese sido un grave error, he de creer que de alguna manera ahí se sentía a salvo, aliviada de todo el dolor que le producía el mundo, sólo eso explicaría que hacía ella allí. A de haber ser sido ese el motivo por el que me acerque a ella... Motivo por el cual descubrí a tan hermosos ser, ¿O habrá sido su belleza quien me invitó a inventar un motivo para poder acercarme?